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PRUEBA: Hispano Alemán Dune Buggy

Publicado en por tiempodeclasicos

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PRIMERO EN AMERICA

Nuestra historia comienza, hace ya más de 10 años, en los Estados Unidos. Un país tan grande les debe de dar a sus habitantes complejo de pequeñitos y tienen una especial inclinación por hacerlo todo gigantesco, como para crecerse un poco: sus casas, ciudades, excursiones al Asia o a la Luna y, por supuesto, los automóviles, suelen ser del tamaño suficiente como para confirmar esta tesis. Así, y salvo contadas excepciones, los nacidos en la cuna de la democracia y de la goma de mascar, a la hora de comprarse coche se decidían por el que alcanzaba más metros de chapa; originando de este modo lo que se ha dado en llamar la «teoría del haiga». Una de estas excepciones que hemos señalado (y que tenía un Volkswagen, como todas las excepciones que se precien) resultó ser un ingeniero californiano al que le dolía no sacar partido de las grandes zonas arenosas y desérticas que se extienden entre San Francisco y Los Angeles, para entretenerse durante sus week-end; hasta que un buen día descubrió que, equipando a su coche con cubiertas sobredimensionadas podía dar infinidad de carreras, saltos y cabriolas por donde no se habría aventurado a introducirse ningún vehículo... Había nacido la era de los «dune-buggy».

El nombre le provino de los «Boghei», antiguos cabrioléTs de antes de inventarse el motor a explosión o, si se prefiere, de la palabra «bug», insecto, usada en disminutivo. De todos modos se le puede llamar «insecto de playa», nombre que puede considerarse como muy adecuado desde que Bruce F. Meyers, especialista en carrocerías plásticas, le dio una forma que se ha generalizado rápidamente. Al ver la admiración que despertaba su «artefacto», decidió comercializarlo y fabricó varios «Meyers Manx», primer buggy que se ofrecía al público y que tuvo un gran éxito, ya que todos deseaban este juguete para saltar por la arena y que costaba menos de 1.000 dólares. Fueron surgiendo más constructores, ya que la facilidad para hacerse con el material adecuado no podía ser completa: un buggy es, simplemente, un chasis y un motor de cualquier Volkswagen usado, sobre el que se coloca la carrocería plástica y unas ruedas de sección lo más ancha posible. La dureza de esta marca es de sobra conocida desde que Rommel los empleara durante la II Guerra Mundial para la campaña de Africa; son auténticos tanques sin problemas de refrigeración (por aire) y de duración indefinida, a los que sólo hay que cortar el chasis en unos 35 cm para que den las medidas adecuadas. En 1967 había más de dos millones y medio de unidades abandonadas por todos los Estados Unidos.

Al aumentar de esta forma el número de aficionados, el juego se convirtió en enfrentamiento y nacieron las carreras de buggys. Meyers, que quiso seguir en primera fila, lanzó diversos modelos especiales para competición, entre los que cabe destacar el «MK II»; pero al igual que fue imitado cuando aquello era tan sólo una manera de pasar el rato, comenzaron a surgir preparadores por toda la región que equiparon a sus vehículos con infinidad de motores y accesorios hasta crear auténticos monstruos dotados con motores Porsche, Corvair, Ford y toda la gama de los impresionantes «V-8» americanos. La «Mexican 1000», una prueba para motos de todo terreno que discurre por 1600 km de caminos infernales entre Tijuana y La Paz, tuvo sus primeros inscritos de «4 ruedas» en 1967. Al año siguiente los «buggys» llegaron a alcanzar la cuarta posición, empezando a inquietar a las motocicletas, y en el 69, un Corvair dotado con turbocompresor se alzó con el 2.º puesto... El éxito era completo y aquello iba en camino de convertirse en el deporte nacional.

Todo esto se confirmó con el éxito de estos pequeños coches en el «Mindt 400», una carrera que se celebra sobre un campo de tiro para bombarderos que tiene la Fuerza Aérea cerca de Las Vegas y en la que se pueden inscribir «todo tipo de vehículos de dos o cuatro ruedas». Meyers, durante su participación en esta carrera el ano 68, resultó gravemente herido a bordo de un «Tow'd» de su fabricación, pero habían surgido nuevos ídolos y las masas seguían con verdadera expectación sus actuaciones... Clubs, escuderías, revistas, campeonatos y rallyes en los que los buggys comenzaban a imponerse sobre las motos y los coches de serie equipados para estas pruebas indicaban que la idea de nuestro ingeniero «de excepción» se había institucionalizado y que todo volvía a sus cauces clásicos; las excepciones, fieles a su filosofía, han comenzado a buscar algo original y, según nuestras últimas noticias, ahora se dedican a fabricar unos trastos para correr por la nieve a toda velocidad.

En Inglaterra tampoco se puede decir que los gustos sean muy normales y los súbditos de su graciosa majestad tienen una debilidad especial por todo lo que sean motores, inventando todo tipo de pruebas más o menos extravagantes para matar los ratos libres. Una modalidad muy difundida en Gran Bretaña es la del autocross, carreras en verdad emocionantes y para las que se emplean, con las oportunas modificaciones, todos los tipos de coche existentes en el mercado británico. La aparición de los buggys ha supuesto un nuevo aliciente dentro de este campo, al igual que ha ocurrido en Italia y empieza a pasar en Francia, donde ya se cuenta con un buen número de modelos para elegir y que, respondiendo a las características específicas de su parque automovilístico, introduce variaciones propias, como la inclusión de motores Renault. Pero lo que resulta evidente es que en Europa, más que un vehículo de competición, se pretende del buggy un placer vedado para los vehículos convencionales y destinado a un público joven, de gustos tan jóvenes como ellos y que empiezan a influir sensiblemente en la generación de sus mayores.

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DESPUES EN ESPAÑA

Desde principios de año han ido apareciendo en nuestro país algunos modelos de estos originales vehículos, gracias a la labor de unos fabricantes que han sabido captar la evolución que se está produciendo en el mundo del automóvil y que, en definitiva,.vienen a poner una nota joven y renovadora dentro de nuestro mercado; con ellos se abre una nueva etapa de amplias posibilidades tanto en el terreno deportivo como en el uso diario y conviene prestarles la atención necesaria.

CUATRORUEDAS, a la vista de todo esto, ha probado para sus lectores uno de los modelos más interesantes de los fabricados en España, por lo que, sin más preámbulos, pasaremos a indicar nuestra opinión sobre este vehículo.

IMPRESIONES DE MANEJO

En carretera resulta demasiado lento, aunque todo depende del tipo de pista por la que se circule y se pueden alcanzar medias hasta de 100 kilómetros por hora, ya que su refrigeración por agua permite una conducción «a tope», sin ningún tipo de problemas. Lo que ocurre es que su lento régimen de vueltas da la impresión de rodar a menos velocidad de la que, en realidad, se lleva; por otro lado, circular en carreteras estrechas y puertos de montaña es un auténtico placer para los que gusten de una conducción deportiva y dentro de un buggy se pueden pasar muy buenos ratos, a la vez que se aprende a conducir de una manera a la que no habíamos tenido acceso hasta ahora. Su buena aceleración en marchas cortas también le hace tener bastante agilidad para circular por ciudad, donde sus 3 metros de longitud también cuentan bastante.

Para todo terreno y caminos en malas condiciones el buggy sirve aunque, en nuestra opinión, con ciertas reservas: su potencia es suficiente para subirse a cualquier sitio y salir de casi todos los apuros pero a costa de dolor en los ríñones, ya que la dureza de la suspensión (por otro lado obligada) produce un traqueteo muy acusado y parece que ocupante y vehículo se van a desguazar de un momento a otro, por lo que hay que tener algo de moderación. El modelo no tenía ninguna protección contra el agua, por lo que al pasar por charcos se mojaba la instalación eléctrica y el motor rateaba; todo esto se puede solucionar blindándola debidamente, con lo que se ganará bastante en las posibilidades generales. Un exceso de confianza puede terminar en atasco, ya que la tracción es normal (a las ruedas traseras) y no tiene diferencial autoblocante, por lo que todo depende del ancho de las ruedas y esto no basta en un todo terreno completo.

Para arena, sobre playas o terrenos similares, resulta verdaderamente asombroso lo que un buggy puede dar de sí, por lo que nos inclinamos a centrar aquí su mejor elemento. Están permitidos todo tipo de piruetas, derrapajes y saltos con una facilidad asombrosa por donde los otros vehículos no pueden aventurarse; esto demuestra que es un auténtico «insecto de arena»: un juguete con el que se pueden pasar momentos deliciosos.

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¿QUE CUESTA UN BUGGY?

Su precio no puede ser más variado, ya que oscila desde las 75.000 pesetas (si usted se decide a fabricarlo personalmente) hasta acercarse mucho al medio millón (con un impresionante motor Porsche y todo lujo de detalles). El modelo probado, franco taller, llega casi a las 150.000 pesetas, siendo lo más costoso, aparte de la reparación del motor, los diversos accesorios como sus asientos anatómicos, sus llamativas cubiertas, la barra antivuelco y un sinfín de detalles que encarecen en exceso el producto. Por esto, el buggy resulta ser un juego para ricos, salvo si se tiene o se compra uno de los miles de Volkswagen de ocasión que existen en España y se piden tan sólo los accesorios necesarios para proceder a la transformación por cuenta propia. También existe la posibilidad de fabricar un buggy tomando como base a otros modelos, aunque esto por ahora no está lo suficientemente experimentado como para tratarlo objetivamente y más vale trabajar sobre seguro.

¿COMO SE HACE UN BUGGY?

Para proceder a su fabricación, lo primero que se tiene que tener es un Volkswagen en las mejores condiciones posibles; la elección de este modelo es bastante acertada, ya que tiene; por un lado, la gran solidez de su chasis (formado por una espina dorsal sobre la que la «bañera» encaja perfectamente) y por otro las características de su motor, muy resistente y que se distingue por su sistema de refrigeración por turbina de aire y su potencia a bajo régimen. La caja de velocidades es también muy interesante, ya que posee unas marchas bajas muy cortas para circular por carretera pero muy interesantes a la hora de hacer todo terreno, también destaca por su buena sincronización.

Primero se saca la carrocería original y se dan las dimensiones adecuadas a la plataforma, cortando unos 35 cm por su parte trasera y soldando perfectamente las dos secciones. También se debe hacer una abertura en la parte central para llegar a los diferentes mandos. La suspensión delantera sirve como viene, pudiendo reformarse la trasera en cuanto a la fijación de los amortiguadores y la inclinación de los brazos oscilantes.

El motor ha de repararse lo mejor posible, procediendo a la sustitución de los elementos más castigados y adecuándolo para su nuevo servicio. Luego se instalan todos los demás detalles, como el equipo eléctrico, escapes, filtros y protecciones y añadiendo a este conjunto las ruedas deseadas, que pueden ser de muy diferentes tipos y tamaños, pero teniendo en cuenta que a mayor sección mejor irán las cosas. Para terminar, se instala la carrocería de plástico (una sola pieza que admite perfectamente la soldadura plástica) y los asientos, volante y demás accesorios que se deseen. Los aficionados a la mecánica pueden pasar unas horas muy entretenidas y, con un equipo suficiente de herramientas y su propia habilidad, enorgullecerse de haber hecho personalmente su «juguete». El proveedor de las piezas para la transformación le remitirá con éstas un manual completo de instrucciones que le facilitarán en mucho la tarea.

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EL BUGGY HISPANO-ALEMAN «VW 1200 »

El principal foco de fabricación de buggys en España es, sin duda, el Taller Hispano Alemán, dirigido por Bernard Heiderich, uno de nuestros mejores pilotos y que tiene la ventaja de ser representante de la casa Porsche en nuestro país.

En la actualidad puede decirse que tiene varios modelos donde elegir, siendo su índice de producción de 20 a 25 unidades mensuales; y decimos elegir ya que se trata de un coche de encargo, en los que se introducen continuos cambios «a la medida» del cliente.

La principal variación consiste en el motor, ya que puede equipar Porsche o Volkswagen; con accesorios adecuados según sea uno u otro el tipo de motor. Nosotros hemos probado el más humilde: un prototipo sobre la base de un viejo VW, con más de diez años de vida, pero que, a causa de su precio, es el más solicitado.

A coche parado, resulta verdaderamente asombroso ver cómo se ha rejuvenecido a este abuelo, convirtiéndolo de la noche a la mañana en un coche totalmente «in», por decirlo de alguna manera. Tras separar la vieja carrocería se ha acortado su chasis en unos 35 cm para, tras reparar convenientemente el motor, colocarle la «bañera» de materia plástica y los diversos accesorios que le dan su forma característica. La línea es tan fea que resulta bonita y, sobre todo, rabiosamente original; recuerda a los viejos cabriolets que causaron furor durante los años treinta, pero con sus gigantescas ruedas, su motor descubierto y demás detalles, tiene un gesto bastante más amenazante: un auténtico monstruo que incita a la acción se mire por donde se mire. El interior consta de dos asientos delanteros anatómicos y con reclinacabezas que resultan simplemente perfectos y uno trasero de «auxilio», ya que el coche está diseñado para recibir confortablemente a sólo dos personas. Por otro lado, el volante de cuero, la moqueta y su gruesa barra antivuelco (totalmente necesaria en este tipo de coches) son detalles verdaderamente interesantes y que merecen destacarse. Por el contrario, el tablero de instrumentos resulta bastante pobre, al ser el mismo que equipaba anteriormente al coche y no tiene ningún reloj digno de mencionar. Faltan también cinturones de seguridad, retrovisores exteriores y capota, pues aunque esta última se puede acoplar, este modelo aún no estaba preparado para recibirla, lo cual, sumado a la anulación del sistema de calefacción le hacen un coche exclusivamente para verano; en los modelos que se fabrican actualmente se trata de solucionar todas estas pegas.

El motor también es el original y, aunque reparado y garantizado, se le nota algo el peso de los años, costando bastante alcanzar las 70 mph. Pero hablar del motor resulta bastante elástico, ya que en cada caso tendrá unas prestaciones distintas según sea el modelo elegido para hacer la transformación y el nuestro era un 1200 cc de las primeras series. Lo que sí se han acoplado son unos bonitos tubos de escape y una protección cromada en la correa que ponen un buen grano de arena en el amenazante aspecto del vehículo. El conjunto de frenos, dirección y suspensión tampoco han sufrido variaciones, salvo una dureza más acusada en el equipo de amortiguación, en lo que influye la amplia sección de las ruedas. Estas eran especiales para todo terreno, aunque también pueden colocarse cubiertas «racing», siendo lo usual para andar por arena el colocarles las cubiertas usadas de los monoplazas de fórmula; al ir calzado de esta forma, la dirección da la sensación de ser más directa. El cambio del VW no puede ser más adecuado para esta transformación, siendo de una resistencia y una corrección irreprochables, por lo que la brillantez del coche se basa en este elemento: 4 velocidades muy bien sincronizadas, incluso la primera, y con un desarrollo muy indicado para dar en cualquier momento la potencia suficiente a estos coches de los que casi se puede decir que no habrá dos iguales y que nunca se sabe lo que pueden tener dentro.

POSIBLE PISTA EN LAS INSTALACIONES DEL JARAMA

Los circuitos para motos de todo terreno no llegan a ser lo suficientemente idóneos para las carreras sobre cuatro ruedas, por lo que este tipo de vehículos necesitan pistas propias. Si a esto se suma el auge que está tomando la fabricación de buggys en nuestro país, se comprende la necesidad de pistas adecuadas que ofrezcan una nueva faceta del siempre emocionante deporte automovilístico. Por ello nos ha alegrado la noticia de una posible adecuación de los terrenos interiores del circuito permanente del Jarama, en Madrid, para la práctica del autocross; las conversaciones y planes a este respecto están bastante avanzados y ya se han comenzado a fabricar vehículos diseñados específicamente para este tipo de competiciones.

Bernard Heiderich nos ha anunciado la salida, para dentro de dos meses, de un «Tow'b Hoods» fabricado en sus talleres sobre un chasis tubular y que equipará un motor de Porsche «904». Así, pues, un nuevo deporte está al nacer en España.

 

Fuente: CUATRORUEDAS Nº80, Agosto de 1970.

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