PRUEBA: Ford Escort RS Turbo
Un verdadero deportivo
El concepto clásico de deportivo exigía un modelo rápido, pero a la vez con una carrocería coupé distintiva. Hoy día, la nueva generación de deportivos se conforma con añadir una serie de aditamientos aerodinámicos más o menos ostentosos a una carrocería de raíces menos aristocráticas, generalmente de coches polivalentes. Un claro ejemplo de ello es el Escort RS Turbo.
El concepto de “coche deportivo” es cada día más difícil de definir. A la hora de determinar esta idea, ¿qué es más importante, una línea coupé, un comportamiento intachable o una mecánica refinada y potente? Sinceramente, llegamos a un callejón sin salida, pues en este punto, hay opiniones para todos los gustos. Tirando por la calle de “en medio” y simplificando las cosas, podríamos afirmar que un coche deportivo es aquel que permite a su conductor disfrutar en conducción rápida. Este axioma lo cumplen tanto un moderno 205 GTI como un Alfasud Sprint o un viejo y drástico Alpine A310. Pero por este camino, son muchos los modelos que pueden resultar divertidos de conducir, y según el “hambre” de coche que tengamos, y dados los avances de los Diesel, hasta un modelo movido por gas-oil puede encajar en esta definición.
Así que, recurriendo a la vieja escuela, podría decirse que un coche deportivo es aquel que nos permite disfrutar conduciendo y que es lo suficientemente “exigente” con su piloto para que no pueda llevarlo rápido cualquiera. EL RS Turbo encaja con esta definición: un coche potente y que permite circular muy rápido a un conductor experto, pues su estabilidad, sin ser mala, es bastante delicada. El tema de los frenos con antibloqueo Ford es caso aparte y merece un comentario en profundidad.
Estando tan reciente la prueba del Escort XR-3, nos vamos a ahorrar el análisis pormenorizado del interior y exterior de la carrocería, prácticamente idénticos en ambos casos. El acabado es impecable, pero hereda los defectos concernientes a su instrumentación, muy precisa –lo que no dejamos de alabar- pero incomprensiblemente reducida. En un coche tan decididamente deportivo no sólo es un placer conocer con exactitud lo que ocurre dentro del motor, sino una necesidad. Merece la pena destacar los asientos delanteros, ya muy buenos de origen, pero que por alrededor de 25.000 ptas., tenemos la opción de cambiar por unos preciosos Recaro, prácticamente perfectos siempre y cuando no seamos demasiado anchos de espalda.
El equipo es razonablemente completo, incluyendo cierre centralizado de puertas con cerradura de seguridad y alzacristales eléctricos. Hay muchas e interesantes opciones –ver cuadro aparte- pero nos permitimos recomendar algunas de ellas, como el parabrisas térmico, los eficaces limpiafaros, el ordenador de a bordo (notoriamente preciso) y los referidos asientos Recaro.
La habitabilidad es la misma que en cualquier Escort, lo cual podría hacer pensar en una ambivalencia como coche deportivo-familiar, aunque sólo fuera de vez en cuando. Quien piense así, puede ir olvidando la idea, pues a poco que carguemos el coche, la suspensión hará tope al menor obstáculo, con el consiguiente peligro para la integridad del coche y de sus ocupantes. Insistimos en que este problema es tan evidente, que priva por completo al coche de la posibilidad de ser utilizado con cuatro plazas y equipaje.
En cuanto al exterior, y con la proliferación de los “kit RS”, no resulta tan distintivamente llamativo. De todos modos, las “branquias” sobre el capot son exclusivas de esta versión, así como los reglajes de suspensión, que rebajan de forma considerable la altura del coche. Como el tema de la estética es algo tan estrictamente personal, no se presta a juicios taxativos, pero el coche resulta atractivo aunque quizás algo recargado.
Mecánica: Todo un acierto
Frente al RS Turbo que probamos en el número 1.361 de AUTOPISTA, el motor de la unidad de pruebas de esta ocasión (en teoría idéntico) no sólo nos ha proporcionado bastantes más caballos, sino que además lo hace de una manera más progresiva y uniforme. Aunque en realidad el tirón más favorable aparece a las 3.000 r.p.m. y llega con muy buen empuje hasta las 5.500, tanto por debajo como por encima de ese régimen el motor se comporta con buenas maneras y con un par encomiable que casi hade olvidar que llevamos una mecánica turbo. Lo único que lo recuerda constantemente es el sonido del turbocompresor cogiendo vueltas, que se oye en cualquier régimen de forma muy clara y añade un “morbo” especial a la conducción del coche.
El embrague, siguiendo la tónica de la marca, es suavísimo, al igual que el cambio, también muy preciso, pero que para un modelo de talante netamente deportivo nos ha parecido algo lento. Los desarrollos están bastante bien escogidos, y la velocidad máxima se consigue en quinta. Como siempre al hablar de prestaciones, invitamos al lector a un análisis detallado del correspondiente cuadro y, a modo de conclusión, podemos decir que son muy notables, mejorando al anterior RS en todas las cifras de forma clara. Destacan las impresionantes aceleraciones, que podrían ser mejores en los primeros 400 m., de no mediar los evidentes problemas de motricidad en la arrancada, problemas que se repiten a la hora de abordar curvas lentas y medias.
En cuanto a los consumos, y aunque no sean especialmente económicos, si que podemos decir que no son excesivamente altos. Habida cuenta de las prestaciones y promedios realizados, el consumo medio es perfectamente razonable. En ciudad, hemos obtenido una cifra que podemos juzgar como bastante reducida, pero aquí se ha aliado un motor bastante elástico con una época estival, con bastante menos tráfico. En cualquier caso, sigue la norma genérica de todas las mecánicas turbo, que aplanan la curva del consumo, resultando más gastón en recorridos lentos y más económicos a medias elevadas.
En absoluto se puede afirmar que el RS Turbo tenga una mala estabilidad, y de hecho ha mejorado de forma notable a su antecesor, que en condiciones extremas daba la sensación de que se retorcía incluso el bastidor. No es éste el caso del nuevo RS Turbo; pero si queremos sacar el máximo partido de este modelo, se empiezan a complicar las cosas.
En principio, el comportamiento es claramente subvirador, aspecto éste que se ve agravado por la escasa motricidad, que plantea serios problemas de adherencia cuando queremos transmitir al suelo su notable caballería. Pero una vez apoyado el coche, es la parte trasera la que parece que se quiere escapar; sorprendentemente, no conserva esa actitud de forma continuada a lo largo del trazado de la curva, sino que a cada pequeño salto se desplaza ligeramente hacia fuera, para luego dejar de hacerlo hasta la próxima irregularidad.
Desde luego, explicar algo tan subjetivo como el comportamiento en curva de un determinado modelo es complicado, pero en el caso que nos ocupa, bastante más de lo habitual. El hecho cierto es que, en curva, el apoyo no es franco ni en el firme más rigurosamente plano, y la actitud subviradora se alterna con un comportamiento neutro e incluso sobrevirador si no aceleramos con decisión.
Aunque buscar las causas no entra desde luego en nuestro cometido, pensamos que gran parte de la responsabilidad de este característico comportamiento recae en los cortos recorridos de suspensión. Si ya en los Escort “normales” la suspensión no tiene unos recorridos excesivamente generosos, menos aún en la versión RS, rebajada de suspensiones con el doble objetivo de mejorar la estabilidad y conseguir un agresivo aspecto.
Para terminar con este apartado, volvemos sobre el tema de la motricidad. En las arrancadas rápidas –no necesariamente “de carreras”- el coche recuerda al 5 GT Turbo y tiende a zigzaguear a poco que las ruedas motrices topen con cualquier irregularidad. Si queremos arrancar rápidos y rectos, más vale agarrar el volante con fuerza. En curvas lentas sucede algo similar, y a poco que vayamos algo rápido, es muy sencillo “perder rueda” y que la rueda interior patine de forma exagerada. Afortunadamente, el coche es bastante noble, y tomando las cosas con más calma, lo único que notamos es una falta de precisión considerable.
Frenos problemáticos
Tema aparte son los frenos, con sistema antiblocaje Ford, en este caso incomprensiblemente de serie. No vamos a entrar en discusiones sobre la eficacia del sistema, algo que ya tratamos y comprobamos en profundidad con motivo de la prueba del Orion 1.6i Ghia. Pero recordando las conclusiones que sacamos por entonces, comprobamos que este sistema no cuenta con la extraordinaria precisión de un antibloqueo electrónico, siendo de un funcionamiento más hosco.
El resultado práctico es que este sistema sólo interesa a aquellas personas incapaces de modular ni tan siquiera de forma regular la presión sobre el pedal del freno, y que, ante un imprevisto, reaccionan con un brusco pisotón al pedal. En este caso, aunque la distancia de frenado pudiera ser mayor, contamos con la ventaja de no perder la direccionabilidad del vehículo. Pero el RS Turbo, que ya de antemano no recomendamos a conductores no avezados, no va dirigido a ese sector de púbico, sino a personas que gustan de conducir y a las que se debe suponer un cierto nivel de pericia.
Para terminar con este tema, merece comentarse que éste es el sexto coche que pasa por las manos de AUTOPISTA con este sistema, y que presenta, como viene siendo habitual, un comportamiento distinto a cualquier otro anterior, lo que denota una falta de homogeneidad en el sistema que no dice nada en su favor. En este caso concreto, el pedal se iba muy abajo, pero bombeando un par de veces, subía notablemente y mejoraba de forma notoria la frenada.
Conclusión
La conclusión cierra el círculo de esta prueba, pues es la misma que figura en su antetítulo: el RS es un auténtico deportivo. Pese a que a lo largo de la prueba hayamos criticado su estabilidad, su confort de suspensión y su escasa instrumentación, lo cierto es que el coche nos ha gustado y mucho. Es un coche en el que se disfruta al volante, que exige ser conducido con mano firme, y con unas prestaciones muy notables. El motor es delicioso, con un tirón firme, pero no tan brusco como en otras mecánicas turbo e incluso de menor potencia.
Unas cosas con otras, y aceptando sus defectos, el RS Turbo nos ha dejado un agradable sabor de boca, y hemos sentido separarnos de él. La única auténtica pega de consideración que hademos al modelo es su sistema de frenado. Otra cosa sería de ofertarse como opción y que quien lo juzgue necesario lo solicite. Pero ponerlo como serie obligada en un modelo de tan marcado cariz deportivo pensamos que no es apropiado. Por lo demás, el obstáculo que resta es su precio algo elevado, pero en línea con la competencia.
Lo mejor
Lo peor
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Fuente: Autopista 1986
Texto: Máximo Sant
Fotos: Navarro.